La feria La Carishina pone en contacto a los consumidores con varios emprendedores del medio local que han logrado aterrizar una buena idea y convertirla en un negocio. Muchas de ellas son mujeres. Alrededor del mundo, las condiciones para emprender son más complejas para las mujeres, que además deben negociar más y mejor para conseguir capital, socios y clientes.
Cuando Penelope Gazin y su socia, Kate Dwyer, dos jóvenes emprendedoras radicadas en Los Angeles, se lanzaron a buscar inversores para su emprendimiento (una plataforma de e-commerce para arte “raro“ llamada Witchsy), se enfrentaron a varios episodios sexistas. De hecho, conseguir que un potencial inversor se reuniera con ellas era casi imposible. Cuando lograban colarse en una reunión, los inversores las trataban de manera paternalista y condescendiente, y ponían en tela de duda su experiencia y capacidad de liderazgo constantemente, a pesar de que ya habían construido una versión del producto con más de 200 mil dólares en ventas en su primer año y podían demostrar que su idea tenía buena acogida y potencial para crecer. Y no solamente eran los inversionistas: cuando Gazin y Dwyer buscaban contratar a terceros, como desarrolladores web o diseñadores gráficos, el trato que les recibían siempre era algo irrespetuoso, como si no las tomaran en serio. Entonces decidieron inventar a un co-fundador hombre, a quien bautizaron como Keith Mann. Mann se encargaban de hablar con proveedores y colaboradores vía correo electrónico. “La diferencia fue enorme. Mientras yo tenía que esperar días por una respuesta, a Keith le contestaban súper rápido, y además le preguntaban si requería cambios o si había algo más en que le podían ayudar“, contó Dwyer. Incluso en detalles muy pequeños, como que a Keith lo llamaban por su nombre, mientras que los correos electrónicos que involucraban a Gazin y Dwyer generalmente arrancaban con un informal “Hola, chicas“. Este es un ejemplo muy sútil, pero demuestra el ambiente al que se enfrentan todo el tiempo las mujeres que deciden emprender. Mientras que se asume que sus pares hombres son capaces y determinados, las emprendedoras tienen que demostrar una y otra vez que están preparadas para liderar y que podrán traer su visión a la realidad, porque la suposición generalizada es que no lo están. Sillicon Valley, el pináculo del emprendimiento, es un “club de hombres“que está repleto de casos de discriminación, brechas salariales basadas en género e incluso acoso y abuso sexual. En prácticamente todas las industrias, a nivel global, hay un número desproporcionado de altos ejecutivos (presidentes, gerentes, directores, etc) hombres. Apenas el 15% de empresas en los Estados Unidos cuenta con mujeres en sus consejos directivos, y las cifras en Europa y América Latina son similares. Entre otras cosas, a las emprendedoras mujeres les cuesta mucho más conseguir inversores, levantar capital para desarrollar sus proyectos y convencer a colaboradores para que se unan a sus equipos de trabajo. En los Estados Unidos, apenas el 17% de startups tienen entre su equipo fundador a una mujer, y este número no ha variado desde 2012. De acuerdo al estudio Global Entrepreneurship Monitor de Ecuador, hay igual número de emprendedores hombres y mujeres en el país. Con una diferencia clave: la tasa de subocupación es mayor en las mujeres que entre los hombres (60,6% frente a 49%, respectivamente) y esto las impulsa a crear sus propios negocios; y, por otro lado, la necesidad económica es su principal motivación para emprender. Muchas mujeres ecuatorianas son madres solteras y jefas de sus hogares, y los negocios propios se convierten en una fuente de ingresos para mantener a sus familias. Para los emprendedores hombres, en cambio, el motivador principal es la oportunidad (generar más ingresos o tener más independencia, por ejemplo). Otra diferencia sustancial es que la mayoría de mujeres que emprenden lo hacen con negocios unipersonales, es decir trabajan solas y manejan todas las áreas de su emprendimiento. Y tienen más dificultad de conseguir fondos en fuentes externas (como créditos bancarios) para ampliar su emprendimiento: el 36% de ellas utiliza financiamiento informal. No faltan las mujeres con ideas geniales para satisfacer necesidades del mercado o resolver problemas de los consumidores. Pero les cuesta mucho más demostrar que sus visiones pueden llevarse a cabo y conseguir el financiamiento necesario para lograrlo. Como resultado, las mujeres emprendedoras perciben más miedo al fracaso que sus colegas hombres y confían menos en sus propias capacidades. Si habría más apoyo hacia las mujeres trabajadoras, toda la sociedad se vería beneficiada. Según The Economist, el impacto de incluir a más mujeres en la fuerza laboral en la economía podría ser enorme: el PIB de Estados Unidos aumentaría un 5% y el de Japón un 9% en los próximos 3 años. En países en vías de desarrollo, los efectos serían aún mayores. Una de las medidas más importantes que podrían tomar las mujeres emprendedoras es ampliar el camino para que más mujeres sigan sus pasos, y tomarlas en cuenta para formar equipos de trabajo. También es importante, como consumidoras, que nos preguntemos a quién beneficiamos y cómo al momento de consumir un producto y servicio, y tratar de apoyar cuando podamos a las mujeres que han tomado el enorme riesgo de emprender a pesar de tener varios factores en contra, y con productos de alta calidad y diseño. La Carisihina nos da la excusa perfecta para poner en práctica un tipo de consumo más consciente, que nos permite acercarnos a las mujeres creadoras, diseñadoras, joyeras, artistas, chefs, autoras, que han decidido jugárselas y crear su emprendimiento. El apoyo entre mujeres será clave para ir ganando más espacio en el futuro.La feria La Carishina pone en contacto a los consumidores con varios emprendedores del medio local que han logrado aterrizar una buena idea y convertirla en un negocio. Muchas de ellas son mujeres. Alrededor del mundo, las condiciones para emprender son más complejas para las mujeres, que además deben negociar más y mejor para conseguir capital, socios y clientes. Cuando Penelope Gazin y su socia, Kate Dwyer, dos jóvenes emprendedoras radicadas en Los Angeles, se lanzaron a buscar inversores para su emprendimiento (una plataforma de e-commerce para arte “raro“ llamada Witchsy), se enfrentaron a varios episodios sexistas. De hecho, conseguir que un potencial inversor se reuniera con ellas era casi imposible. Cuando lograban colarse en una reunión, los inversores las trataban de manera paternalista y condescendiente, y ponían en tela de duda su experiencia y capacidad de liderazgo constantemente, a pesar de que ya habían construido una versión del producto con más de 200 mil dólares en ventas en su primer año y podían demostrar que su idea tenía buena acogida y potencial para crecer. Y no solamente eran los inversionistas: cuando Gazin y Dwyer buscaban contratar a terceros, como desarrolladores web o diseñadores gráficos, el trato que les recibían siempre era algo irrespetuoso, como si no las tomaran en serio. Entonces decidieron inventar a un co-fundador hombre, a quien bautizaron como Keith Mann. Mann se encargaban de hablar con proveedores y colaboradores vía correo electrónico. “La diferencia fue enorme. Mientras yo tenía que esperar días por una respuesta, a Keith le contestaban súper rápido, y además le preguntaban si requería cambios o si había algo más en que le podían ayudar“, contó Dwyer. Incluso en detalles muy pequeños, como que a Keith lo llamaban por su nombre, mientras que los correos electrónicos que involucraban a Gazin y Dwyer generalmente arrancaban con un informal “Hola, chicas“. Este es un ejemplo muy sútil, pero demuestra el ambiente al que se enfrentan todo el tiempo las mujeres que deciden emprender. Mientras que se asume que sus pares hombres son capaces y determinados, las emprendedoras tienen que demostrar una y otra vez que están preparadas para liderar y que podrán traer su visión a la realidad, porque la suposición generalizada es que no lo están. Sillicon Valley, el pináculo del emprendimiento, es un “club de hombres“que está repleto de casos de discriminación, brechas salariales basadas en género e incluso acoso y abuso sexual. En prácticamente todas las industrias, a nivel global, hay un número desproporcionado de altos ejecutivos (presidentes, gerentes, directores, etc) hombres. Apenas el 15% de empresas en los Estados Unidos cuenta con mujeres en sus consejos directivos, y las cifras en Europa y América Latina son similares. Entre otras cosas, a las emprendedoras mujeres les cuesta mucho más conseguir inversores, levantar capital para desarrollar sus proyectos y convencer a colaboradores para que se unan a sus equipos de trabajo. En los Estados Unidos, apenas el 17% de startups tienen entre su equipo fundador a una mujer, y este número no ha variado desde 2012. De acuerdo al estudio Global Entrepreneurship Monitor de Ecuador, hay igual número de emprendedores hombres y mujeres en el país. Con una diferencia clave: la tasa de subocupación es mayor en las mujeres que entre los hombres (60,6% frente a 49%, respectivamente) y esto las impulsa a crear sus propios negocios; y, por otro lado, la necesidad económica es su principal motivación para emprender. Muchas mujeres ecuatorianas son madres solteras y jefas de sus hogares, y los negocios propios se convierten en una fuente de ingresos para mantener a sus familias. Para los emprendedores hombres, en cambio, el motivador principal es la oportunidad (generar más ingresos o tener más independencia, por ejemplo). Otra diferencia sustancial es que la mayoría de mujeres que emprenden lo hacen con negocios unipersonales, es decir trabajan solas y manejan todas las áreas de su emprendimiento. Y tienen más dificultad de conseguir fondos en fuentes externas (como créditos bancarios) para ampliar su emprendimiento: el 36% de ellas utiliza financiamiento informal. No faltan las mujeres con ideas geniales para satisfacer necesidades del mercado o resolver problemas de los consumidores. Pero les cuesta mucho más demostrar que sus visiones pueden llevarse a cabo y conseguir el financiamiento necesario para lograrlo. Como resultado, las mujeres emprendedoras perciben más miedo al fracaso que sus colegas hombres y confían menos en sus propias capacidades. Si habría más apoyo hacia las mujeres trabajadoras, toda la sociedad se vería beneficiada. Según The Economist, el impacto de incluir a más mujeres en la fuerza laboral en la economía podría ser enorme: el PIB de Estados Unidos aumentaría un 5% y el de Japón un 9% en los próximos 3 años. En países en vías de desarrollo, los efectos serían aún mayores. Una de las medidas más importantes que podrían tomar las mujeres emprendedoras es ampliar el camino para que más mujeres sigan sus pasos, y tomarlas en cuenta para formar equipos de trabajo. También es importante, como consumidoras, que nos preguntemos a quién beneficiamos y cómo al momento de consumir un producto y servicio, y tratar de apoyar cuando podamos a las mujeres que han tomado el enorme riesgo de emprender a pesar de tener varios factores en contra, y con productos de alta calidad y diseño. La Carisihina nos da la excusa perfecta para poner en práctica un tipo de consumo más consciente, que nos permite acercarnos a las mujeres creadoras, diseñadoras, joyeras, artistas, chefs, autoras, que han decidido jugárselas y crear su emprendimiento. El apoyo entre mujeres será clave para ir ganando más espacio en el futuro. A continuación algunos ejemplos de los emprendimientos de mujeres poderosas que serán parte de esta 6ta edición de #LaCarishinaFeria:
6 Comments
Andrea del Campo
12/18/2017 02:43:28 pm
Hola quisiera recibir información sobre la feria para participar con mis productos Baldasare alimentos naturales veganos y gluten free.
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10/7/2022 09:57:33 am
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10/10/2022 06:46:51 pm
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10/12/2022 04:29:32 am
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10/16/2022 05:43:54 am
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AuthorVanessa Terán Iturralde ArchivesCategories |